Ricardo Gullón (Astorga, 1908-Madrid, 1991). Hablar de Ricardo Gullón es hablar del que quizá sea uno de nuestros mejores críticos del siglo XX. Su inquietud literaria surge, al igual que en los demás miembros de la Escuela de Astorga, durante su juventud en Astorga. Desde entonces, a pesar de su trabajo como Fiscal desde 1933, su vocación no deja de crecer. Antes de la guerra, como animador de la llamada Generación del 36 con la fundación de revistas como Brújula, Boletín último o Literatura junto a su compañero y poeta Ildefonso Manuel Gil. Después, en su relación con poetas e intelectuales de Santander (tales como José Luis Hidalgo, José Hierro o Pablo Beltrán de Heredia) en torno a la revista Proel. Finalmente, en su actividad en América, primero, en Puerto Rico junto con su amigo Juan Ramón Jiménez, y, después, en diferentes universidades norteamericanas, donde formaría a toda una generación de hispanistas.
Su bibliografía crítica se organiza en torno a varios autores fundamentales: Antonio Machado con Las secretarias galerías de Antonio Machado (1958) o Una poética para Antonio Machado (1970); Miguel de Unamuno con obras como Autobiografías de Unamuno (1964); Benito Pérez Galdós en Galdós, novelista moderno (1957) o Técnicas de Galdós (1970); o Juan Ramón Jiménez, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez (1958) o Estudios sobre Juan Ramón Jiménez (1960).
Tampoco descuidó los estudios de historia literaria, especialmente del periodo modernista en obras fundamentales como Direcciones del modernismo (1963); la literatura extranjera, Novelistas ingleses contemporáneos (1945); la teoría literaria, en su última etapa: Espacio y novela (1980) o La novela lírica (1984) son algunos ejemplos de ello; e incluso otras artes como la pintura en De Goya al arte abstracto (1952). Precisamente, Gullón es una de las figuras que están detrás del movimiento renovador de la Escuela de Altamira.
Asimismo, Gullón hizo importantes incursiones en el terreno de la ficción con sus novelas Fin de semana (1934) y El destello (1948).