Leopoldo Panero Torbado (Astorga, 1909-Castrillo de las Piedras, 1962). Hermano de Juan Panero y padre de los también poetas Juan Luis, Leopoldo María y Michi. Destacó en la poesía como uno de los miembros fundamentales de la llamada Generación del 36 (junto con otros autores como Luis Rosales o Luis Felipe Vivanco), la que más contribuyó a la rehumanización de la literatura durante los años 30 y posteriores. Pese a ello, Panero, al igual que sus compañeros de promoción, no está exento de un cierto vanguardismo en sus poemas iniciales. Así, los primeros que publica en revistas como Nueva revista, Noreste o Sudeste están marcados por algunos de los movimientos renovadores de las primeras décadas del siglo (surrealismo, purismo…). Será en los textos del conjunto Versos al Guadarrama (publicado en 1945, pero de redacción anterior) donde Panero destaque ya con voz propia. Tierra, amor y Dios, como señaló Dámaso Alonso, son los pilares sobre los que el poeta construye meticulosamente una obra caracterizada, ante todo, por su hondura humana (Antonio Machado al fondo) y su rigor formal.
Este hilo conductor se intensifica tras la Guerra Civil (durante la cual el poeta sufre prisión y la pérdida de su hermano Juan) en La estancia vacía (1944) —poema largo publicado en la revista Escorial que es una suerte de autobiografía espiritual— y, sobre todo, en el que podría decirse que es su único poemario: Escrito a cada instante (1949). En él, Panero aúna el magisterio de los poetas del 98, Unamuno y Machado, con la lectura de poesía inglesa (tanto de los románticos como de contemporáneos de la talla de Eliot, con quien coincide en Londres). De carácter muy diferente es Canto personal (1953), poema en tercetos encadenados dirigido a Pablo Neruda —quien en Canto general (1950) ataca injustificadamente a algunos de los poetas que permanecieron en España durante la dictadura.
Su obra completa fue recogida, en 1973, por su hijo Juan Luis Panero. Más recientemente (2007), el profesor Javier Huerta Calvo, la ha ampliado en su edición en tres tomos. El dedicado a la prosa demuestra que Panero también fue un importante crítico.