“Que me juzguen por mi obra y no por mi torpe biografía”, dejó dicho ese loco lúcido y genial poeta que fue Leopoldo María Panero. Y a ese fin, es decir, a estimar su obra, difícil y exigente, se ha aplicado el Congreso que ha tenido lugar en Astorga la semana pasada y que inauguraron el alcalde de la ciudad, Arsenio García Fuertes, la vicerrectora de la Universidad de León, María Dolores Alonso-Cortés, y el director del Instituto Leonés de Cultura, Adolfo Alonso Ares. Como director de su comité organizador, no puedo sino expresar mi enorme satisfacción por la calidad de las ponencias y las comunicaciones presentadas (más de treinta en total). Túa Blesa, catedrático de la Universidad de Zaragoza, dio el pistoletazo de salida con una lección magistral sobre la actitud del poeta ante la literatura tanto española como universal. J. Benito Fernández, biógrafo meticuloso de Leopoldo María, nos habló del hombre, del artista y del poeta novísimo.

Por cierto, una de las conclusiones del congreso fue que, de aquellos Nueve novísimos antologados por Castellet, la mayoría hoy en el olvido, el que goza de una mejor salud literaria y un mayor aprecio por parte de los lectores de este siglo xxi es el mediano de los Panero. Solo había que ver el número de congresistas jóvenes, venidos de distintas universidades: León, la UNED, Granada, Málaga, Complutense, Burdeos, Salamanca, Valladolid, Universidad Internacional de la Rioja, Oviedo, Autónoma de Madrid… Los aspectos abordados en sus comunicaciones fueron tan variados como atractivos: la transgresión, la poesía y el efecto de las drogas, la locura, la escatología, la crueldad, la relación con la pintura, la narrativa del poeta, etc.

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Súmese a ello la magnífica conferencia del anglista Jorge Braga sobre la labor traductora de Panero, un aspecto hasta el momento prácticamente sin tocar. O las intervenciones de Borja Martínez, director de la revista Leer, y el periodista Javier Mendoza, acerca del impacto mediático de los Panero. A este último se debió la que Túa Blesa llamó noticia bomba del congreso: el anuncio de dos poemarios inéditos de Leopoldo María, que serán editados próximamente y luego cedidos por su propietario a la Casa Panero.

En un congreso sobre un poeta no podía faltar la voz de los poetas. En la mañana del sábado se juntaron tres de diversas generaciones: desde el veterano Javier Lostalé hasta la joven Raquel Lanseros, pasando por Rafael Morales. Ellos terminaron de dibujar el mapa de la obra paneriana con sensibilidad no exenta de rigor académico. En la velada del viernes, los congresistas más jóvenes, muchos de ellos poetas también, ofrecieron un recital en el jardín de la Casa ante una concurrida asistencia. Con la estatua del patriarca de la saga al fondo, y el tañer próximo de las campanas de la catedral, los versos recitados sonaban a gloria, a la gloria que solo se alcanza a través de la belleza y el misterio de la palabra.

Igual de concurrida ha sido la asistencia diaria a casi todas las sesiones, con la sala de conferencias de la Casa Panero al completo. Entre ese público destacaban de nuevo los jóvenes pero también los de otras edades, que con su presencia venían a constatar que las viejas suspicacias ya son cosa del pasado. Conmovió, por ejemplo, la presencia de Odila Panero, la más veterana superviviente de la familia, en un gesto que define tanto su talante como su generosidad; mirando sin ira y rencor hacia un pasado del que, finalmente, solo nos queda la obra imperecedera de un poeta grande: Leopoldo María Panero.

Javier Huerta Calvo

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